miércoles, 11 de junio de 2014

Múltiple y uno, de Cántico en elipse

Yemas de madrugada en los ovillos
de almendros, una rapsodia de agua
en la acequia, un mirlo renacido
habla dentro de crótalos del alma.

Cadena del paseo: pasos, campos,
olivos, huertas, corrales, inquietos
azahares de jornal en lechos altos.
¡Qué orfebrería tallan los requiebros!.

- El brío de los geranios, las puertas
de la luz te daría, mendigando
el ser de las galaxias en los arcos
articulados de las azucenas.

Desato mis sandalias. Y sonrío.
Me parezco a la espiga. ¡Si me vieras
tan cómplice columna de los trigos
desatando palomas!...Dios despierta.

Siento en mí tu semblanza paralela
con su rumbo de abrazos inocentes.
Vienen de tu sonrisa hasta mis trenzas
volátiles corolas y corceles.

- Las colinas, pendientes de las piedras,
cascadas clamorosas celulares,
criaturas que gravitan y que laten
en mis bordes y núcleos te rodean.

Ando por un camino. Ando y vivo
sorteando sabores de granadas,
atravesando un puente sin olvido.
Ando y vivo. Ya sé por qué se ama.

En la belleza curo mis heridas.
Este embelesamiento es un sentido
que toma del futuro una delicia,
que se asoma a sus ramas y a su nido.

- Donde haya mar, el mar. Donde los ríos,
los cauces te daría, y los milagros
que unen paralelo y meridiano.
Te daré lo complejo y lo sencillo.

Mis músculos, gratuitos y humanos,
son como las lavandas en racimo.
Llevo en los párpados sauces alados
y un susurro en mi cuerpo florecido.

Hombre de pan en paz, yo así te quiero,
inmanencia, pasión, voz donde existo,
donde la adoración trasciende el pecho
feliz, sin vencedores ni vencidos.