domingo, 28 de diciembre de 2014

Estío, de Cántico en elipse

En el estío rotundo se sentía en sí misma
la Tierra, que adoraba los fondos y las formas,
la curvatura exenta de la luna en la noche,
los tallos del anhelo, los pájaros del cénit.
Era la vida buena, la transparencia dulce,
y era la armonía aquel primer desvelo
que creaba en mí el signo de la naturaleza.

¡Hambre de amigo sólo saciaba con un nombre!
Todos los llantos nuevos de adolescencia hería
la noria de unas letras.Manantial inefable
son mis ojos, pregonan intacta esta memoria
porque el pecho a su guía reconoce y responde.

El corazón fraguaba la comprensión profunda
hallándose en los trazos de cítara de un cielo,
desplegando las voces inocentes del pulso,
mirando vastas sendas de la unidad posible
- lo imposible no pudo ceñirme la cintura-
y como algarabía yo me mostraba entonces.

Primitivos arroyos dormían por mi carne,
ellos me prometían olor de arquitecturas,
levantar las montañas de su raíz de ancestros
y mover las pasiones por contacto de hombros.
Los días, uno a uno, se multiplicarían,
la savia de un saludo cambiaría los gestos.

Yo pensaba en anillos engarzados y abiertos
de forma que cupieran en ellos más anillos.
Amaba sin medida, sin forzarme, cantando,
de par en par los bronquios, tal era la belleza.
Amaba, y por el alma germinaban celindos
y jazmines, mejillas y manojos de iris.

Mi cabello era hiedra, infinito sin sombra.
Me sentía horizonte del agua, de llanuras,
y de mínimas voces de jardines o cumbres,
un gen que conversaba con demiurgos tatuados
en las líneas del aire que rondaban los dedos,
con brotes de timbales en  pegasos de nubes
y con auras del rostro de arterias que fecunda
embriones que crecen y arrugas que conviven.

Bastaba la existencia, bastaba la persona
excelente, querida: sensación de gorriones,
hormigas, elefantes, delfines y culturas,
caballitos marinos de baile desgranado,
esa fórmula múltiple que es la misma ley.

¡Amor, ágil estreno de un mundo por el mundo!.
Yo buscaba caricias entre las estaciones,
soñaba verde plata en los chopos con copas
en clave, don de origen y de feliz regreso.

Y fui como quería el yunque de mis labios,
me forjaba inerme la vida sin fronteras.
Quizás es suficiente, pero tengo nostalgia
de mi primera lengua, de mi primera herida.