El caballito de ámbar
trota sobre las colinas,
al viento la crin salvaje,
tiovivo es cada día.
El caballito se come
la hierba que le acaricia,
se para junto a las piedras,
se sienta entre las encinas.
Corren las nubes de globo,
el sol es redonda isla
en los ojitos rasgados
del caballito que mira.
El caballito de ámbar
juega que juega en familia,
quince caballos que vuelan,
van y vienen, y relinchan.
Ha pasado la mañana,
la tarde dormita limpia
cerca del pueblito manso
de los álamos y espigas.
Caballitos de la tarde,
caballitos de la dicha,
son el alma de los niños
que, escondidos, los espían.
Con la luna y las estrellas
los caballitos se estiran,
con el color madreperla
del estío, ¡oh, maravilla!.
El caballito de ámbar
tiene en su corazón risa,
con él un cuento empieza
para un niño y una niña.
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