No matarás.
Si existe un paraíso,
es para los desarmados.
No matarás.
Los trenes llenos de bombas
y de espanto.
La mujercita rizada
se había jubilado
con su candor.
El nervioso ejecutivo
conversaba por el móvil
con un amor.
Una madre musulmana
abrazaba a su hijito
con un mantón.
Unos chicos negros y altos
eran coro de su tierra,
como una voz.
Varias universitarias
repasaban un examen
en el vagón.
La parejita reía,
se dan besos muy cortos
y su calor.
El chino de la ventana
recordaba el loto abierto,
su corazón.
Otros turistas cansados
sujetaban las maletas
y una flor.
Y así, tu padre, tu hija,
tu hermano, tu amigo o novia,
mi propio yo.
No matarás.
Dios lloraba por los vivos
y por los crucificados.
No matarás.
Los trenes llenos de alondras
entre los llantos.
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