sábado, 19 de abril de 2014

Canción con requiebros,de Lienzo del aire

Galante y naranja
el mediodía
se pierde en el lazo
de nuestra dicha.

- Déjame que te quiera
toda la vida,
déjame que te cierre
melancolías.
que tienes en mi iris
la cercanía
y un enebro del mundo
del alma mía.

Galante y naranja
el mediodía
se pierde en el lazo
de nuestra dicha.

- Déjame que te quiera,
mujer de arcilla,
déjame que me quede,
novia sencilla,
que si el orbe muriera
tú abrirías
de nuevo cada astro
con tu sonrisa.

Galante y naranja
el mediodía
se pierde en el lazo
de nuestra dicha.


viernes, 18 de abril de 2014

Saetas entre palmeras, dedicada a mi pueblo, La Torre de Esteban Hambrán.

Por la clara medianoche
el silencio y los faroles,
bajo los trajes de lirios
las mujeres y los hombres.

Un Nazareno y su Cruz
llevan claveles y acordes
y su Madre,  la Esperanza,
rozada por blancas flores.

Saetas entre palmeras
se ondulan como la noche,
curvando luna y estrellas,
cantando en los corazones.

Un milagro, el Nazareno
sin lágrimas, ay, no llores,
y su Madre también limpia
sus ojos, ay, no implores.

Y por un momento ocurren
juntas  dos resurrecciones,
la de la Virgen del Pueblo,
la del Jesús de los pobres.

Saetas entre palmeras
se ondulan como la noche,
curvando luna y estrellas,
cantando en los corazones.







martes, 15 de abril de 2014

Amor, de Lapiceros en el tejado

En tu regazo armónico me hago lumbre y vida.
Tus ojos son corceles que trotan por la Tierra,
tus oídos un atlas donde nada se cierra
y tu lengua ternura vivida o presentida.

Puedes oler el agua, tocar la luz herida
o la sed liberada cuando el perdón no yerra,
sentir las estaciones o terminar la guerra
de una duda, labrarte la frente a tu medida.

Tú, amor, gran nácar mío de la ilusión alada,
la palabra que a oscuras sabe hablar con la noche,
tú, el  instinto que abraza la feliz madrugada.

Careces de fronteras y eres alma, un broche
que un orfebre me prende con boca enamorada,
prisión de libertad que inocencia derroche.

martes, 1 de abril de 2014

La entrega, de Cántico en elipse

El pecho era cobijo. Se adherían
los fósiles del vello y caracolas
versátiles al intento apretado
de inscribirse en alfares submarinos
y redimir los cuerpos hechos barro.

El pecho aderezaba sus mensajes
contemplando los rastros creadores
que quisieron un día claroscuro
divino, rodear acantilados
y peces, y mareas, y las playas
dinámicas de mentes tan preciosas
como orillas de escarcha de un océano.

Era el clima y era ecosistema
para las libertades, para todo
cuanto hubiera exstido o existiera
en esquinas de la historia del mundo,
coyuntura del bien. Todo era bueno.

Navegarnos, saber que se aprendían
espíritus de mástiles y ondas,
cánticos, ritual sin condiciones
para servir de alga o de subsuelo,
viento de superficie o rayo hondo.

Por toda la medida de las masas
sístoles y diástoles, impulso
gestando realidades, ritmo largo
con brújula encontrada en los pulmones.

Mi corazón de esponja, tan permeable
que ofrecía sus huecos al cimiento
de la entrega de igual para el igual,
vaivén de las preguntas y respuestas
era, hoguera de mar y hogar de hogar.

Quiero tener el pecho en el gorjeo
que me trajo la brisa, en ls instantes
marineros con gaviotas y redes
de sal en una alcoba enamorada.

Quiero que el pecho antiguo, que ha viajado
más allá de sí mismo, que ha escuchado
ecos de continentes, tempestades,
olas de sol anclado en el respeto,
bailes de las anémonas del alma,
que ha interpretado tantas perspectivas
y asombros, que ha pintado sus corales
y sus barcos y que sigue arriesgando
su tacto y su perfume porque quiere
sea la esfinge de proa de mis ojos.

Es el pecho mi ángel altruista,
amado, amante, amor para los pechos
de la vida, para la descendencia
Hermosa de todo pecho que brinca
en un pleno regazo regalado.