martes, 15 de abril de 2014

Amor, de Lapiceros en el tejado

En tu regazo armónico me hago lumbre y vida.
Tus ojos son corceles que trotan por la Tierra,
tus oídos un atlas donde nada se cierra
y tu lengua ternura vivida o presentida.

Puedes oler el agua, tocar la luz herida
o la sed liberada cuando el perdón no yerra,
sentir las estaciones o terminar la guerra
de una duda, labrarte la frente a tu medida.

Tú, amor, gran nácar mío de la ilusión alada,
la palabra que a oscuras sabe hablar con la noche,
tú, el  instinto que abraza la feliz madrugada.

Careces de fronteras y eres alma, un broche
que un orfebre me prende con boca enamorada,
prisión de libertad que inocencia derroche.

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